Las características de los integrantes de la célula terrorista que actuó en el doble atentado en Catalunya hace casi una semana abren un nuevo escenario en la lucha contra el terrorismo yihadista en suelo europeo a resultas de un perfil cambiante que muta dificultando su detección y, por lo tanto, su neutralización. Características que se han ido modificando para sembrar el terror y que han pasado de comandos organizados, hasta los denominados lobos solitarios integrados de un modo u otro en la red terrorista, radicalizados por internet mediante manuales y vídeos constituyendo un ejército de espontáneos sin entrenamiento en las posiciones del Estado Islámico, que no han viajado a Siria o Irak, sin instrucciones y sin fichar. A la ya diagnosticada complejidad del fenómeno se une ahora y tras la masacre en Catalunya el nuevo perfil que han arrojado los atentados de Barcelona y Cambrils basado en activistas muy jóvenes, integrados en la sociedad, trabajadores ejemplares, cuyas conductas y actitudes nada hacían sospechar de su radicalidad y que viene a desmontar el perfil hasta ahora conocido de autores de atentados movidos por el descontento, la falta de oportunidades, víctimas del racismo o la xenofobia, marcados por un futuro incierto y, en no pocos casos, por la delincuencia común y la exclusión social. Su juventud conecta también con su vulnerabilidad para ser adoctrinados hacia un propósito concreto, e incluso, su carencia de un verdadero conocimiento del Islam que redundaría en personas fuertemente manipulables por un líder de carácter localista, en este caso, el imán de Ripoll que, ejerciendo de reclutador, inoculó en ellos velozmente los mensajes extremistas siendo el artífice del rotundo giro en su pensamiento a pesar de su aparente adaptación en entornos de libertad y democracia donde su conducta cotidiana les habría conferido presuntamente una identidad en una comunidad de referencia. Con todo, serían básicamente terroristas cuya tipología abre un nuevo escenario para el trabajo de los agentes de la lucha antiyihadista en la que, a las motivaciones de extremismo religioso, habría que añadir el espacio de la propia psicología y que no nos debiera hacer caer en tentaciones basadas en la desconfianza y un miedo generalizado hacia la comunidad islámica.