Cuatro decenios después de que el 15 de junio de 1977 se celebraran en el Estado español las primeras elecciones democráticas tras el fin de cuarenta años de dictadura franquista, el balance a realizar desde Euskadi debe ser complaciente con el desarrollo experimentado por nuestro país desde entonces pero exigente con el cumplimiento de los acuerdos que derivaron de aquella transición de la dictadura a la democracia y que sin embargo continúan sin materializarse al completo. No es ni siquiera matizable el éxito de quienes entonces, frente a opciones radicales y rupturistas, incluso violentas, apostaron por institucionalizar el autogobierno vasco recuperando y dando continuidad al Gobierno de Euskadi que, presidido por Agirre primero y Leizaola después, lo había mantenido en pie desde el exilio durante los duros años de Franco; recuperando y dando continuidad también a la tradición foral sobre la que históricamente se había asentado el autogobierno de los vascos; para ensamblar ambos en una arquitectura institucional que ha dado como resultado un país muy distinto del que recogieron, en primera línea mundial de desarrollo humano, que sirve de ejemplo de progreso industrial y económico y con una evolución social y cultural que incluye cotas de cohesión inauditas y el hito de la más que eficiente, aun si incompleta aún, rehabilitación de nuestra lengua. La exitosa metamorfosis, más que evidente, implica además el mérito de haberse realizado pese a la rémora que ha supuesto el drama de una irracional violencia por fin ya superada. Ahora bien, todo ello no debe ser óbice para exigir aquello a lo que la sociedad vasca ya aspiraba hace cuarenta años, que se plasmó en el acuerdo estatutario refrendado por ella y que sin embargo sigue sin ser alcanzado hoy por la resistencia de las estructuras de Estado heredadas de aquel franquismo a ceder competencias que pretenden propias de una mal entendida soberanía unitaria. O, en su defecto, a añadir a esa exigencia otras que la misma evolución de nuestro país y los cambios experimentados en nuestra sociedad plantean, también, cómo no, en el ámbito del autogobierno. Porque como hace cuarenta años tras aquellas primeras elecciones democráticas del 15 de junio de 1977, Euskadi, la sociedad vasca, precisa de nuevas herramientas para iniciar otra transformación, para seguir avanzando.
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