La configuración de una única lista para la mesa política o dirección ejecutiva de Euskal Herria Bildu que debe resultar elegida en su congreso del próximo día 17 culmina la transformación de lo que fue una coalición electoral de diversas fuerzas -Sortu, Aralar, Eusko Alkartasuna, Alternatiba...- en una estructura uniforme y reúne dos características que definen ya el futuro a medio plazo de dicha formación. Por un lado, la ausencia de listas alternativas, el cierre de filas en torno a la que encabeza Arnaldo Otegi como candidato a coordinador general, no por esperada deja de ser reflejo de una verticalidad que en principio riñe con un carácter estrictamente democrático en el proceso de elección interna, verticalidad, por cierto, más afín a la tradición de los movimientos de izquierda radical que a los de una formación política que pretende amalgamar cuando menos alguna sensibilidad ideológicamente diferenciada. Cabe deducir, por tanto, que la izquierda abertzale representada por Sortu, ciertamente mayoritaria en cuanto a apoyo social entre las fuerzas de EH Bildu, no deja mucho margen a que esas diferentes sensibilidades se manifiesten y conlleven el consiguiente riesgo de fricciones en la nueva estructura. La propia composición de la lista de la candidatura a la mesa política, que a falta de la votación en el Congreso contará con una aplastante mayoría de sus miembros (11 de 15, el 73%) perteneciente a Sortu, puede considerarse como una forma de que este partido dé cauce interno a su mayor peso social y electoral, pero también a interpretar lógicamente que al hacerlo de modo tan rotundo (Aralar, Eusko Alkartasuna y Alternatiba solo tendrán en principio un miembro en la dirección) mengua la influencia de los partidos en que se apoyó para configurar en su momento la coalición y acumula en sus propias filas la capacidad de decisión respecto a los principios estratégicos -aunque es cierto que EH Bildu mantiene matices en su acción política entre Navarra y la CAV-, lo que forzosamente conllevará la dilución del resto de formaciones en una Euskal Herria Bildu que a corto-medio plazo responderá básicamente a las directrices ideológicas y políticas de la izquierda abertzale. En definitiva, la conversión de la coalición en una estructura política estable minoriza la influencia de quienes en su momento contribuyeron a ampliar el espectro electoral, más estrecho, de la izquierda abertzale y de Sortu, su entonces incipiente partido.
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