Por mucho que el Primero de Mayo nos haya acostumbrado a una liturgia repetida cada año, con el riesgo que implica de reducir el interés a medida que se convierte en cotidiano, el significado de la fecha debe permanecer presente, aunque a veces los debates sostenidos en torno a ella o por sus protagonistas -los agentes sindicales- puedan distraernos de ello. Primero de Mayo implica recordar que el trabajo es un derecho, lo que implica que debe poder desempeñarse en condiciones respetuosas con quienes los desempeñan. Esto es un proceso de derechos y obligaciones compartidas. En primer lugar, los derivados de la formación necesaria, que debe ser suficiente para garantizar la capacitación y asumida como un valor en sí misma para la calidad y seguridad del trabajo que debe realizarse. A continuación, el compromiso con el desempeño. Las condiciones de trabajo deben ser respetuosas con la dignidad del individuo, y la materialización de ese trabajo debe tener la calidad suficiente para ser sostenible. Esta aparente sucesión de obviedades merece ser recordada porque no se cumplen por defecto; su presencia no está garantizada en las relaciones laborales. Es responsabilidad de los agentes sociales -patronales y sindicatos-, en tanto que representantes de la sociedad en el ámbito sociolaboral, definir e implantar estos principios, establecer las bases acordadas que la acción política convierta en marco legal. La jornada de ayer tuvo como principal reivindicación la mejora de los salarios. La lógica de la misma es incuestionable: la crisis ha depauperado las condiciones laborales de amplios sectores productivos y el inicio de la recuperación deberá rescatarlos en la medida de las posibilidades de cada empresa. El reto de la calidad en el empleo, identificado también por el Gobierno Vasco como un objetivo, es también el de la inserción de una nueva generación en el mercado laboral con suficiencia para iniciar su aventura vital. La propia lógica del modelo de mercado convierte en imperiosa la capacidad de generar demanda de consumo. El leal ejercicio de la reivindicación empieza por identificar con nitidez esas propuestas evitando que queden diluidas en una amalgama en la que no se distingue dónde empieza y dónde acaba lo económico, lo social y lo político porque todo ello es legítimo en su respectivo marco pero se reduce a ruido si se entremezcla.
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