Tengo la impresión -así, en plan espectador- de que los conservadores de François Fillon van un capítulo por detrás que el PP, pero bastante más castigados por los escándalos de corrupción. Pero piensen en ese Partido Socialista francés de Benoît Hamon. Hay quienes sostienen la tesis de que igual les ha hecho un spoiler a sus colegas del sur de los Pirineos. Lo de los socialistas franceses es de terapia o de culebrón: el ex primer ministro Manuel Valls abandonó el Gobierno de François Hollande, en pleno naufragio y tras darle la puntilla al presidente, para pelear por la candidatura del partido; unas primarias en las se quedó con las ganas, porque ganó Hamon -que había dejado el gabinete Hollande por sus discrepancias con la deriva liberal del Ejecutivo-. Y Hamon se ha desinflado frente a un excompañero de partido -Jean-Luc Mélenchon, que dejó las filas socialistas en 2008- y otro excompañero de Gobierno, Emmanuel Macron, exministro de Economía de Hollande que, entre otras cosas, dio nombre a la ley de liberalización económica y que se ha presentado por libre para catapultarse al estrellato. Y Valls le ha apoyado en estas elecciones frente a Hamon. Sí, segundo y definitivo asalto entre Macron y Marine Le Pen el 7 de mayo; pero el purgatorio del socialismo francés -y europeo- ya veremos...