El Aberri Eguna de este año se celebra hoy en un contexto especial en el que Euskadi dice definitivamente adiós a un pasado de violencia que jamás debió tener lugar y afronta un futuro en el que reivindica sin complejos sus derechos como pueblo y su reconocimiento como nación. La reciente entrega de las armas por parte de ETA y la realidad de un país que, de hecho, vive ya cinco años y medio sin terrorismo colocan a Euskadi ante una oportunidad inédita para consolidar la paz, reconocer a todas las víctimas, suturar las heridas y abrazar la convivencia democrática. Un reto en el que todos, sin excepción, estamos concernidos. A ello hay que añadir una tímida pero notoria recuperación económica e importantes e ilusionantes cambios políticos y sociales en Nafarroa e Iparralde. A partir de ahí, el país afronta también otro desafío, como es el de la actualización de su autogobierno tras casi cuarenta años de desarrollo autonómico y la fijación de un nuevo estatus político de relación con el Estado. Un reto en el que el pueblo vasco, la patria vasca -por mucho que se empeñen algunos, hablamos de lo mismo- se encuentra ante la oportunidad histórica, ya sin las rémoras de las armas, de ver reconocida su plena condición de nación, con los derechos que de ello se derivan incluido el de la soberanía para decidir libre y democráticamente el estatus que desea mantener con el Estado. De ahí que, en vísperas del Aberri Eguna, el PNV haya advertido al Estado de que debe asumir en su seno la existencia de Euskadi y Catalunya como naciones “si no quiere mantener un conflicto político permanente”, probablemente cada vez más enconado. Es cierto que siendo este el contexto en el que se celebra hoy el Aberri Eguna, lo es también que las organizaciones abertzales conmemoran de nuevo por separado y con estrategias, posturas y propuestas distintas este Día de la Patria Vasca. Como lo es que hay formaciones y ciudadanos que no se sienten implicados en la celebración de esta jornada, de especial significación para centenares de miles de vascos. Ahí radica la tarea fundamental común, en labrar consensos básicos con pleno valor y garantía democráticos en las instituciones vascas y trasladarlos para su decisión final a la ciudadanía, resultado que debe ser incondicionalmente respetado. Este es el gran desafío hoy de la patria vasca en un escenario sin violencia y sin armas.