el humor suele proliferar en épocas difíciles. Se trata, habitualmente, de una técnica eficaz de resistencia ante las adversidades ya sean físicas o emocionales. Tomárselo con humor suele ser la mejor medicina en muchas ocasiones. A veces no queda más remedio que hacerlo así; a veces no hay otra salida para esquivar el abuso. Los más veteranos se acordarán de los vericuetos y circunloquios de publicaciones como La Codorniz para poder combatir la tiranía. O las aparentemente cándidas formas de Gila en la radio para criticar el fondo de la Guerra Civil. Summers, Perich, Forges, Chummy Chummez, Mingote... ácidos humoristas nacidos y desarrollados al abrigo de Franco. Cronistas de la indignación popular, en realidad. El humor suele ser un vehículo de crítica incluso más efectivo y demoledor que el arrebato o la violencia. Porque siempre es complicado para los tiranos sobreponerse a la inteligencia, al ingenio. La respuesta de estos seres generalmente primarios es la censura, la condena o, en último término, la encarcelación. Me da la sensación de que de un tiempo a esta parte vuelven a primera fila chistes descarnados y humoristas críticos con el poder establecido. Y veo que regresan la censura, las denuncias, las condenas judiciales...