Esta te la debía, Chuck, lo que pasa es que llevo unos días bastante liado con lo de la ETA y el rollo presupuestario y no he tenido ocasión de sentarme a dedicarte unas líneas hasta este preciso momento. Como ya plasmé en este espacio hace poco más de tres meses, a lo largo de toda tu vida y casi hasta el final fuiste un delincuente, un tipo huraño, iracundo, capaz de soltarle un puñetazo al mismísimo Keith Richards y de otras muchas más cosas con mayor repercusión penal. Este pequeño homenaje se sustenta únicamente, por tanto, en la banal mitomanía de un torpe guitarrista aficionado, pero es que al margen de tu lamentable currículo vital, tu aportación a la música popular ha sido inconmensurable. Se podrá discutir si fuiste o no el inventor del género, probablemente nadie concreto lo fue, pero sí fuiste el que más trascendió, y sólo por eso te mereces la paternidad del invento, querido bandolero. Con las cinco notas -seis, en realidad-, y los tres acordes que conforman el universo del blues inoculaste el virus del rock and roll a Angus y Malcolm Young, a John Lennon, al pobre Keith, a Jimi Hendrix, a Clapton y a tantos otros. Qué demonios, muchos genios del arte han sido también unos cretinos y no por eso vamos a dejar de admirarlos.