Alguien tendrá que hacer patente este grito contenido que, por una jugarreta triste del azar, llevamos retenido los trabajadores que hemos sido elegidos para sufrir una enfermedad, de dolor crónico tras tres operaciones (como en mi caso) u otra cualquiera.

A la tristeza de tener que abandonar un trabajo vocacional, de muchos lustros, se une el dolor que sufre la psique por el trato vejatorio recibido del personal médico del INSS. No soy yo sola la que ha salido llorando de allá. Al dolor físico que soportamos se ha unido la incomprensión, el trato peyorativo... “Es que se han cometido muchos abusos durante años” esgrimen como argumento. Y ¿qué tengo yo que ver con esa negligencia?

A todo ello se añade el tener que oír a su abogada ya en el Palacio de Justicia las siguientes palabras: “Es que su mal solo le impide el movimiento flexor del cuello y el de los brazos”. ¿Acaso no es lo indispensable para ejercer la docencia? Si Hipócrates levantase la cabeza...

No obstante, en este pedregoso y largo deambular, me he topado con muchos estupendos médicos en el hospital, la Unidad del Dolor (en la que lógicamente continúo), la mutua, el gabinete médico, así como enfermeras y fisioterapeutas, y en la actualidad el osteópata. Eskerrik asko por el excelente trato que me han proporcionado a estas maravillosas personas. Me quedo a la espera de que se haga pública la actuación de esta logia masónica.

Un abrazo y toda mi empatía a todos esos trabajadores y trabajadoras de la verdadera Medicina y a “los curritos” pacientes que sufren como yo tras tantos años volcados en sus trabajos. “¡Proletarios enfermos de todos los países, uníos!”