Qué extraña sensación. Ayer se confirmó que Susana Díaz presentará su candidatura a las primarias a la Secretaría General del PSOE el próximo 26 de marzo. Y digo extraña sensación porque ¿se acuerdan desde cuándo estamos hablando, escribiendo, profetizando, pontificando, opinando... sobre Susana Díaz y el liderazgo socialista? Hasta nos inventamos -los plumillas, digo- una previsible metáfora ad hoc para hablar de que la lideresa andaluza cogería el AVE desde Santa Justa a Atocha-Ferraz. Su nombre y sus intenciones de asaltar el trono del puño y la rosa prácticamente empezaron a sonar desde que en el Congreso Extraordinario de Sevilla la balanza cayó del lado de Alfredo Pérez Rubalcaba en detrimento de Carmen Chacón en la pugna por el relevo de José Luis Rodríguez Zapatero. Ha tanteado Susana Díaz tanto el terreno, ha hecho tal alarde de paciencia y estrategia mientras ascendía en el partido Pedro Sánchez -con su ayuda- y se hundía -también con su ayuda- que, francamente, esto empezaba a parecer la historia del pastorcillo y el lobo, con la sensación incluida de que la sangrienta refriega del Comité Federal de octubre se había llevado por delante los trenes -otra vez los trenes- de Sánchez y la propia Díaz. Y aquí estamos. Otra vez, aunque por primera vez.
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