A estas alturas ya se habrán enterado de que parece ser que hemos estado llevando un pequeño James Bond, Ethan Hunt o Jack Ryan metido en el bolsillo o instalado cómodamente en el salón de nuestra casa y es que los documentos filtrados por la organización de Julian Assange probarían que la CIA ha creado -al parecer también con la colaboración del MI5 británico- un malware capaz de piratear smartphones, ordenadores e incluso smartTV para utilizarlos como micrófonos o acceder a nuestra geolocalización o, en el caso de los móviles, tomar el control del aparato y tener acceso a los contenidos descargados en aplicaciones como WhatsApp o Telegram, entre otras alegres funciones. Añadamos a todo esto que uno de los grandes problemas a los que se están enfrentando estos días algunos países europeos que afrontan inminentes procesos electorales es el de intentar blindarse ante posibles ciberataques que intenten alterar la voluntad expresada por sus ciudadanos en las urnas. Francia, por ejemplo, ha descartado el voto electrónico para sus expatriados. Estados Unidos, tanto la administración Obama como la Trump, han acusado a Rusia de promover ciberataques durante las presidenciales. La próxima gran guerra, me temo, será también una ciberguerra.