La reapertura por el juez de la Audiencia Nacional, José de la Mata, de la causa que investiga la caja B del Partido Popular a consecuencia de las declaraciones en el juicio por la trama Gürtel de Francisco Correa y el empresario Alfonso García-Pozuelo demuestra que el capítulo de la corrupción está lejos de “pasar a ser historia” para el PP, como deseó Mariano Rajoy el 10 de febrero en el congreso de su partido o de ser “una anécdota” como pretendió el presidente del Gobierno español ante el Pleno del Congreso la semana pasada. Por el contrario, la corrupción y la más que supuesta financiación ilegal del PP a través de las muy diferentes formas y casos que, interrelacionados o no, afectan al partido en el periodo en el que Rajoy ha formado parte de su núcleo dirigente remiten una y otra vez a una realidad que, por mucho que se pretenda ignorar en base al control político de los órganos que deben investigar dichas actuaciones y juzgarlas, descompone la credibilidad de la política y de las instituciones. Desde que quien fuera tesorero y senador del PP, Luis Bárcenas, dimitiera en 2010 por la aparición de una contabilidad no declarada de 1990 a 2009, con pagos de empresas -algunas con suculentos contratos con la administración- y listados en los que aparecían desde el propio Rajoy a ministros como Rato, Acebes, Arenas, Trillo, Cascos, Mayor Oreja... junto a otros dirigentes populares; desde que la Audiencia Nacional acreditara la titularidad de Bárcenas en al menos cuatro cuentas bancarias en Suiza (22 millones de euros) y constatara las evidentes y numerosas conexiones de la trama Gürtel con el PP, incluidos presidentes autonómicos como Francisco Camps y Jaume Matas; desde que se iniciara la interminable lista de más de una treintena de otros casos de corrupción -Andratx, Palma Arena, Brugal, CAM, Campeón, Fabra, Imelsa, Taula, Audiorio, Púnica...- con más de 830 cargos del PP imputados; existen mucho más que indicios de que el mismo Partido Popular que exigía el inexorable cumplimiento de la ley e imponía sacrificios a los ciudadanos ha ignorado las normas de financiación de partidos, defraudado repetidamente a la Hacienda pública y engañado constantemente a la sociedad. Y como la corrupción que no se extirpa siempre vuelve, que Rajoy y los suyos no admitan que el PP, su núcleo dirigente, promovió o permitió esas malas prácticas generalizadas, solo puede abonar la desconfianza.
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