sobre el papel, separación de poderes y sumarios impecables. En la calle, sensación de que la Justicia se aplica según a quién, interferencias entre la política y los casos y que la decisión final depende del dinero que se tenga y de la influencia que se ejerza sobre el poder político. Seguramente ni tanto ni tan calvo, aunque los últimos acontecimientos invitan a pensar que, inexorablemente, el Gobierno extiende sus tentáculos para conseguir sentencias favorables a sus intereses. Últimos ejemplos: Urdangarin se vuelve a Suiza libre y sin fianza a expensas del recurso interpuesto para rebajar o eliminar la pena determinada en un primer momento. Su mujer Cristina es declarada tonta del bote y se libra con una multa. No me digan que no huele a salvaguardar la monarquía, esa institución que tanto ha hecho por España desde que la palmó Franco. Por su parte, Rato es condenado a cuatro años a pesar de ser uno de los principales responsables del rescate bancario que tantos padecimientos nos ha traído. Y los Pujol siguen libres, que saben demasiado. A los fiscales incómodos se les destituye y/o se les ridiculiza cuando denuncian presiones. Pero esto que suena a cachondeo no es nuevo. El alcalde jerezano Pedro Pacheco ya lo denunció hace más de treinta años cuando un juez impidió el derribo de un chalé de Bertín Osborne...
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