no sé si dimitirá o lo dimitirán, pero da la impresión de que Donald Trump no va a ser capaz de agotar la legislatura. A pesar de haber sido ya elegido presidente de EEUU, sigue en campaña permanente, lanzando mensajes estrafalarios, metiendo la pata de forma antológica... Si hasta creo que el incombustible Rajoy habría cesado ya en su cargo si un juez le hubiera tumbado a los dos días su primera ley antiemigrantes o si hubiese lamentado un inexistente atentado en Suiza sin otro argumento que lo que le pareció escuchar en un programa de televisión. Casi todo vía Twitter o vía mitin, eso sí, porque sus escasas comparecencias ante la prensa son chocantes y sus respuestas de lo más estrambóticas. No es serio, ni tranquilizador, que el país más influyente del mundo esté en manos de semejante patán. Lleva un mes en la Casa Blanca y ninguna noticia alentadora, todo lo contrario. Todavía hay quien defiende que no puede ser tan tonto, que su errático comportamiento responde a una táctica muy bien diseñada que busca el desconcierto generalizado entre amigos y enemigos para distraer la atención y poder ir así deslizando sus absurdas medidas sin que el rechazo sea absoluto. Pues yo creo que, por mucho dinero o poder que atesoren, muchas veces los estúpidos son simplemente estúpidos.
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