Casi un año después de la Conferencia de París contra el Cambio Climático que tuvo lugar en diciembre de 2015 y que logró un esperanzador acuerdo alcanzado por 200 países que fue calificado de “histórico” en la ineludible lucha contra el calentamiento global, arranca hoy en Marrakech la Conferencia de las Partes de la Convención de Cambio Climático (COP22), cumbre que tiene como objetivo principal la concreción y plasmación de las medidas y reglas necesarias para hacer realmente efectivo el pacto. Es decir, podría decirse que en París se consiguió el compromiso de todos los países para combatir el cambio climático manteniendo el aumento de la temperatura en el planeta a finales de siglo por debajo de los dos grados respecto a los niveles preindustriales e incluso intentar que no alcance los 1,5 grados, mientras que en Marrakech se deberán tomar las medidas efectivas, la hoja de ruta a cumplir, para alcanzar dicho objetivo, tan ambicioso como imprescindible. El acuerdo de París entró en vigor el pasado viernes -una vez trascurrido un mes desde que al menos 55 países que sumaran el 55% de las emisiones globales de CO2 lo hubieran hayan ratificado- sin la rúbrica aún de España dada la situación de interinidad del Gobierno en funciones de Mariano Rajoy. Hasta en una cuestión como la del cambio climático ha perjudicado el bloqueo institucional en Madrid. El nuevo ministro de Energía, Álvaro Nadal, tiene, así, también en este ámbito, un importante reto, si bien en su toma de posesión avanzó que una de sus guías de actuación será precisamente la “transición energética a un modelo más sostenible y competitivo”, lo que deberá demostrar con hechos. La cumbre del clima de Marrakech debe ahora definir y fijar de manera clara cuáles son las medidas a adoptar por los diferentes países, cómo y en qué plazos deben desarrollarse -el calendario es esencial, dada la urgencia del problema-, la absoluta obligatoriedad de implementar las soluciones que se adopten y cómo se rinden cuentas de ello, la financiación de los países más pobres y en desarrollo e incluso las sanciones en caso de incumplimiento. Se trata de pasar de las palabras a los hechos, del compromiso al remedio y la solución con el objetivo de anticiparse y evitar el desastre de todo orden -incluidas crisis humanitarias y una grave escasez de recursos- para el planeta y sus habitantes.