Los datos del paro en el mes de octubre en Euskadi facilitados por el Ministerio de Empleo y Seguridad Social parecen proporcionar visiones muy encontradas de una misma realidad así se analicen desde el punto de vista de las asociaciones empresariales, las instituciones responsables de las políticas de empleo o las centrales sindicales. Unos consideran que haber rebajado en 2.935 el número de parados (-2,04%) en un mes tradicionalmente malo para la creación de empleo para situar la cifra total en 141.181 desempleados y confirmar un descenso interanual del 8,68% (13.418 parados menos que en octubre de 2015), acercando de nuevo la tasa de desempleo al 10% medio de la Eurozona, solo puede tener una lectura positiva. Especialmente cuando en el cómputo del Estado se sigue destruyendo empleo aunque sea de modo matizado respecto a años anteriores. Los otros, sin embargo, relativizan la mejora al constatar que nueve de cada diez contratos firmados el pasado mes de octubre son temporales, de los que la mitad no alcanzan el mes de duración: de los 90.670 contratos, únicamente 6.229 fueron indefinidos (casi mil menos que un mes antes y un 2,2% menos que hace un año) mientras que los temporales han aumentado un 5% respecto al mismo mes de 2015. Y según el Informe Laboral de Euskadi del tercer trimestre elaborado por la UPV/EHU, el 24% del total de asalariados tiene un trabajo temporal y el 16% lo tiene a tiempo parcial con lo que el 40% de los trabajadores vascos no tiene un trabajo de carácter indefinido y completo, aun si ambas características parecen estabilizarse. Ambas partes tienen, en todo caso, razón. Porque la creación de empleo es un hecho tan innegable (casi 16.000 afiliados más a la Seguridad Social) como que ese empleo tiene en porcentajes importantes, también en Euskadi, una elevada precariedad provocada por su carácter estacional que relativiza mucho el impacto social de la recuperación de la economía. Se comprueba en el aumento del número de personas ocupadas que demandan empleo y se razona en el hecho de que los mayores incrementos de contratación se producen en servicios, especialmente en educación y hostelería. Una cosa no quita la otra: la economía mejora y el empleo crece, pero sin la consistencia que se precisa ni de modo relevante en sectores llamados a ser tractores de nuestro desarrollo socioeconómico.