Impulsado por el cuestionamiento de la supervivencia del sistema público de pensiones tras la merma galopante del Fondo de Reserva para garantizar su pago, el anuncio de la ministra de Empleo y Seguridad Social en funciones, Fátima Bañez, de permitir que aquellos que cobren una pensión en el futuro al 100% con el único requisito de llegar a la edad ordinaria de jubilación puedan seguir trabajando se antoja, si bien como una solución para que los próximos pensionistas puedan mantener un digno nivel de vida tras su vida laboral, también como una herramienta que no puede ser válida para todas y todos los trabajadores. Si atendemos a las condiciones en las que han ejercido su trabajo a lo largo de toda su vida laboral, es obvio que no todos los jubilados que lleguen a los 67 años estarán en condiciones físicas favorables para seguir trabajando y hacer compatible un sueldo con el cobro de la totalidad de su pensión. La propuesta de jubilación activa no tendrá los mismos efectos para todos los trabajadores atendiendo también a si trabajan en el sector público o privado o si son trabajadores autónomos o lo hacen por cuenta ajena. El anuncio del PP, ya contestado por los sindicatos y ayer mismo por los empresarios, proyecta demasiadas sombras a una pretendida solución a las pensiones en una España a futuro severamente envejecida y dibuja también una intención como incentivo de seguir alargando la edad de jubilación y, en consecuencia, seguir dilatando la vida laboral y corregir los efectos del envejecimiento de la población, de modo que ésta no suponga una neta destrucción de empleo y que sus protagonistas ofrezcan experiencia y cotizaciones. Pero esta compatibilidad de trabajo y pensión frente a los retos demográficos no parece garantizar la sostenibilidad de las pensiones del mañana mientras los ingresos a la Seguridad Social tengan un alcance limitado derivado de la alta tasa de paro que en el Estado español alcanza récords en los jóvenes. Sin solucionar este aspecto, parece difícil que una bolsa de pensionistas activos, a los que no se les ha garantizado una pensión digna si no es a través de la convivencia de la jubilación y el trabajo, puedan por sí mismos garantizar la sostenibilidad del sistema y sí suponer un mero tapón inspirado en el cortoplacismo a la sangría de la denominada hucha de las pensiones.