Seamos honestos, así en plan espectador del partido que ni conoce los entresijos del vestuario y los entrenamientos y que, quizá, domina escasamente las reglas de juego: ¿alguno de verdad pensamos allá por junio de 2015, cuando anunció su candidatura para las primarias del Partido Republicano, que Donald Trump llegaría a ser candidato a la Presidencia de Estados Unidos? Yo no. Parecía el toque histriónico, el picante para la salsa que se iría diluyendo. Pero aquí estamos. Y eso que el amigo Trump se lo curra bastante a la hora de ponerse él solito minas en el camino. La última, unas grabaciones de 2005 publicadas por The Washington Post que en cualquier otro serían un escándalo pero que con este personaje no desentonan en absoluto. En la conversación, Trump afirma: “Me siento automáticamente atraído por las guapas y empiezo a besarlas. Es como un imán. Las beso. Ni siquiera espero. Y cuando eres una estrella te dejan hacerlo. Puedes hacer cualquier cosa. Lo que quieras. Agarrarlas del coño. Lo que sea”. Entre el estupor de algunos tótems republicanos, Trump ha pedido perdón -“estuvo mal, me disculpo”- y ha puesto en marcha el ventilador hacia Bill Clinton a ver si hay suerte y escampa. Y todo, a 48 horas del segundo debate de candidatos.