Por sus “resueltos esfuerzos” para acabar con más de 50 años de guerra civil con las FARC, “una guerra que ha costado la vida a al menos 220.000 colombianos y desplazado a cerca de seis millones”, el Comité Noruego anunció ayer la concesión del Premio Nobel de la Paz al presidente de Colombia, Juan Manuel Santos. El Comité tiene en cuenta en su fallo el no al Acuerdo de Paz en el referéndum del pasado domingo y apunta que “el referéndum no fue un voto por o contra la paz”, para admitir que el resultado “ha generado una gran incertidumbre sobre el futuro de Colombia. Hay un riesgo real de que el proceso de paz se paralice y de que estalle de nuevo la guerra civil, lo que hace todavía más importante que todas la partes, encabezadas por el presidente de Santos y el líder de la guerrilla de las FARC, Rodrigo Londoño, mantengan el respeto al alto el fuego”. Honestamente, fue una sorpresa despertar el lunes pasado con la noticia del rechazo del pueblo colombiano al Acuerdo, un contraste con la unanimidad que generaba y genera en la comunidad internacional que quizá no es -somos- demasiado conocedores de las peculiaridades y aristas de la sociedad y la situación colombiana. Cabe confiar en que este Nobel sea por tanto un hito más en el camino que logre romper las dudas y desconfianzas.
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