Una de las maravillas de los Juegos es que ofrecen multitud de imágenes, algunas brillantes, otras menos. Habrán visto la de la atleta de Bahamas Shaunae Miller lanzándose en plancha hacia la meta de los 400 metros. Un gesto que vale, literalmente, un oro. Otro gesto, el desequilibrio de Simone Biles en la barra, le hizo a este auténtico prodigio de gimnasta perder otro oro. Biles, que lo ha ganado todo, se va de Río con cuatro oros y un bronce, pero no esos cinco a los que aspiraba. El bronce del lunes le borró la sonrisa. O la imagen de Sawan Serasinghe, el jugador australiano de bádminton que tras ser eliminado de la competición subió a Facebook una foto suya ante una mesa surtida con: cuatro raciones de nuggets de pollo, seis de patatas fritas, seis hamburguesas y seis brownies. O Usain Bolt descalzo sobre el tartán, con esa sonrisa inmensa que gasta, feliz porque está a punto de alcanzar “la inmortalidad”, en palabras propias. O el judoca egipcio Islam El Shehaby expulsado por negarse a dar la mano a su contrincante israelí, Or Sasson. Y, al revés, las gimnastas Lee Eun-ju, de Corea del Sur, y Hong Un-jong, de Corea del Norte, compartiendo selfi. O el dudoso fair play del público aplaudiendo los fallos en varias competiciones. Imágenes y momentos, deportivos y extradeportivos.
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