Casi sin darnos cuenta, nos han pillado los Juegos Olímpicos, en pleno fragor de La Blanca, pero ya están aquí. Me gustan los Juegos. Quizá los deportistas son los héroes modernos. Bueno, sospecho que los deportistas son los héroes modernos, aunque me da la sensación de que han sido arrollados por héroes postmodernos más del todo a cien. Pero creo que esa condición de llamado a la inmortalidad por sus hazañas de alguna manera queda encarnada en atletas como los que ahora se dan cita en Río de Janeiro. Y en otros que cayeron en el camino pero de cuyo esfuerzo y trabajo nadie puede dudar. Y en los Juegos conviven la victoria y la derrota. En estos primeros días, números uno como Novak Djokovic han sido eliminados mientras otros han continuado labrando su camino de gloria, como Michael Phelps, un héroe con sus propios demonios. Los héroes suelen tenerlos. Y hemos asistido a momentos brillantes apenas en los prolegómenos de la competición, como el brindado por la gimnasta estadounidense Simone Biles -no se la pierdan-. El equipo de EEUU es estratosférico, dicen. Vi a Biles en barra. Impresionante. Y no es su mejor ejercicio. Es lo bueno de los Juegos, ofrecen mil historias, mil modalidades, victoria y derrota. Disfrutemos.