Como dice el Reno Renardo, yo crecí en los 80. Somos cansos los de esta generación con el temita ¿eh? Bueno, el caso es que mi infancia tiene, entre otros, recuerdos de tardes de fin de semana viendo La vuelta al mundo de Willy Fog, adaptación de dibujos animados de la novela La vuelta al mundo en 80 días. Qué tardes tan fantásticas... En fin, que he tenido un momento magdalena de Proust al leer que un aventurero ruso ha batido un récord al dar la vuelta al mundo en globo aerostático en once días. Con la de cosas que le pasaron al amigo Willy Fog en ochenta días... tengo la impresión de que a nuestro intrépido héroe ruso no le ha tenido que dar tiempo a nada, ni a comprar el típico imán para la nevera que deje constancia física de que estuviste, qué sé yo, en Pisa. La noticia del viaje en globo aparecía justo encima de otra titulada “Viajar, un combustible para el cerebro”, en la que un representante de la Sociedad Española de Neurociencia explica que las neuronas a lo largo de la vida van creando nuevas conexiones pero que para ello hay que entrenar al cerebro enfrentándolo “a la novedad, la variedad y el desafío”. “Viajar cumple con los tres”, añadía. Así que afortunado el aventurero ruso y Willy Fog y todos nosotros cada vez que podemos hacer la maleta para disfrutar del viaje.
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