El triunfo del Brexit en el referéndum de Gran Bretaña, con el 52% de los votos (17.410.742 votos) a favor de su salida de la UE frente al 48% (16.141.241) cosechados por la permanencia, es la respuesta, seguramente merecida, a dos errores básicos. Uno, originado por la soberbia de David Cameron al anteponer los intereses de partido y los suyos personales -en el intento de frenar la escalada electoral de los ultraconservadores del UKIP de Nigel Farage y de reafirmar su liderazgo tory- a los intereses de Gran Bretaña sin medir antes las posibles consecuencias ni sopesar la persistencia, siquiera en el subconsciente de amplias capas sociales, de las tradicionales reticencias británicas hacia el continente. Otro, consecuencia de la deriva de una Unión Europea cada vez más desconectada de los ciudadanos y por lo tanto incapaz de ofrecerse a sí misma como realidad apetecible, mucho menos a esa sociedad británica que históricamente había resaltado sus inconvenientes frente a sus ventajas, incluso cuando en sus inicios estas se antojaban más nítidas, y en la que el populismo y las evidentes deficiencias de sus dos principales partidos, el Conservador y el Laborista, habían permitido resucitar el debate sobre su pertenencia a la UE, que se antojaba mayoritariamente superado porque Gran Bretaña contaba, todo hay que decirlo, con evidentes ventajas respecto a otros estados miembro de la Unión. Así que pretender culpar de la salida de la UE a la convocatoria de un referéndum al respecto, como se pretende al recordar los fallidos de Holanda, Grecia, Dinamarca o el de la Constitución europea, es un dislate que únicamente puede tener como propósito profundizar en el desvío que se percibe en Europa -también con el resurgir de políticas y grupos extremistas- respecto de los principios democráticos sobre los que se sustentó el proyecto común europeo. El fundamento de la democracia es precisamente que su ejercicio pueda ofrecer resultados distintos de los pretendidos y que estos sirvan para corregir y mejorar la relación entre las sociedades y sus instituciones. Así deben entender Londres y Bruselas el Brexit. Porque solo así podrá hacer frente Gran Bretaña al populismo ultraconservador que en realidad amenaza su tradición democrática y Europa al desafío que supone recomponerse no ya de la ausencia de Gran Bretaña sea cual sea el modo en que esta se concrete sino de esa deriva que cuestiona su realidad.
- Multimedia
- Servicios
- Participación