es difícil concentrar más abyección en una sola noticia. Ha ocurrido en Brasil. 33 tipejos protagonizan una violación. La víctima, una cría de 16 o 17 años, según la fuente. Como si el asunto no fuera ya de por sí vil, inhumano, indigno, despreciable, infame, estos tipejos presumen, imágenes incluidas, en redes sociales. Y así están las cosas, señores, en este mundo de mierda. Por supuesto al minuto uno ya había un hashtag en Twitter para denunciar el asunto: #EstuproNaoÉCulpaDaVitima. Repito, así está este mundo de mierda en el que tras una violación hay que recordar que la culpa, el oprobio, el delito, la vergüenza, la ignominia... es del violador y no de su víctima. Hoy nos indigna Brasil como antes nos indignaron otras violaciones en la India o tantas otras. O como nos indigna cualquier caso menos mediático pero que nos es geográficamente más cercano. Pero aquí seguimos. La indignación, pero también, la vileza. Resulta que, probablemente, el ser humano sigue siendo el mismo malvado borrego -y que me perdone el mundo ovino- que cuando vivía en la cueva. Resulta que la mujer para muchos hombres -y me temo que mujeres- es más objeto y posesión que persona. Y resulta que además ahora se puede presumir de la maldad en Facebook.