En un acto de Cebek, el lehendakari pedía a los empresarios que hagan un esfuerzo de contratación de jóvenes. Ese mismo día, representantes del Consejo de la Juventud de Euskadi comparecían en el Parlamento Vasco y aportaban un dato impactante: desde 2001, la población joven ha disminuido en Euskadi en un tercio. Al día siguiente, pesco una tertulia en la que estas cuestiones derivan en un debate sobre la natalidad. Uno de los participantes lanza una conclusión provocativa: las nuevas generaciones tienen menos hijos porque son más egoístas. Otro apunta que quizá hay factores como un mercado laboral que aún penaliza la maternidad, la falta de políticas de apoyo a la conciliación realmente eficaces, el paro o la precariedad laboral que, unidos al complejo mercado inmobiliario, retrasan sobremanera la emancipación... O que hay personas que libremente no quieren tener hijos. ¿Egoístas? Hombre, el silogismo es tan puñetero como la generalización. El primer participante añade que estos egoístas luego quieren cobrar una pensión. Siguiendo con los silogismos puñeteros, me pregunto si uno decide tener hijos exclusivamente por garantizarse el retiro y quién sería entonces el egoísta. Demagogias al margen, el asunto tiene la importancia y el interés suficiente como para abordarlo con seriedad.
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