se acerca otra campaña electoral, la segunda en el último medio año y la penúltima de 2016, que luego vienen los comicios vascos. Y llegan elecciones porque los elegidos en diciembre han sido incapaces de anteponer los intereses generales (los nuestros) a los particulares (los suyos). Después del vergonzante fracaso político tratan de lavarse la cara lanzando globos sonda como la posibilidad de acortar los días de propaganda con promesas de dudoso cumplimiento -a la vista está- o el ahorro consensuado de gastos, al parecer la única aportación del rey a esto de la democracia desde que sucediese en el cargo a su campechano padre. No se lo crean, ni una cosa ni otra. Se lanzarán a las calles como ávidos depredadores en busca de votos, escaños, dinero e influencias. Y cada uno gastará lo que pueda en ese empeño. Luego se volverán a olvidar de nosotros hasta tal punto que, en este momento, yo no descartaría nuevas elecciones en breve. ¡Buff! Solo de pensarlo dan ganas de refugiarse en el Sálvame o en Supervivientes para llenarse la cabeza de otras cosas igualmente inútiles. O, mejor, desviemos la vista hacia la Final Four de Berlín o el cada vez más factible ascenso a Primera. Ya sé que tampoco es este un ejercicio demasiado intelectual que digamos pero, en fin, mejor divertirse que desesperarse.