Hay teorías sesudas y bien argumentadas, que por cierto suelen florecer con especial profusión y acierto en las grandes sobremesas de cuadrilla, en que la sociedad, la ciudadanía, el mundo... ¡qué demonios, el universo! puede clasificarse, por ejemplo, entre tintinófilos y asterixófilos, o entre amantes de la Nocilla vs. seguidores de la Nutella, o entre irredentos fieles del Cola Cao y prosélitos del Nesquik, Coca-Cola frente a Pepsi, Ginebra contra vodka, mar o montaña... Somos así, los humanos digo, de blanco o negro, curiosamente nos configuramos con demasiada frecuencia en modelos de confrontación, pese a que la vida quizá, no sé, es más de infinita gama de grises o, mejor, de inabarcables matices de colores. Así que hoy, quizá andaremos dirimiendo equipos: yo de perretxikos, yo de caracoles. Y, en realidad, certificaremos lo que seguramente ya sabemos, que los hay de perretxikos, los hay de caracoles, los hay de perretxikos y caracoles, los hay de revuelto de perretxikos, o de ensalada de perretxikos, o de risotto de perretxikos, los hay de caracoles en salsa, con picante o sin picante... o los hay que pasan de caracoles y perretxikos, son más de talo, por ejemplo. En fin, que en la diversidad está la gracia y que la fiesta tiene el valor de reunir a diferentes. Así que a disfrutar del día.