Este control se asimila fácilmente desde los llamados puestos con autoridad, hasta puntos realmente indescriptibles. Hace unos días me topé con una gorda -bastante más gorda que yo, que ya es estar gorda de cojones-. comentando por la calle que unas personas mayores no le hacían ni puñetero caso y que a esa desobediencia se debería poner limites. Mejor si la gorda en cuestión pusiera límites a sus michelines y dejara a los ancianitos decidir su vida ¡Mírense el ombligo los controladores! No sólo si quieren, sino si pueden, claro...
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