Bueno, parece que ya está claro que los políticos no saben negociar. Mi escepticismo, rayano a veces con el cinismo según algunos, se consolida después de comprobar la incapacidad de unos y otros para aparcar sus cosas en beneficio del interés general. El PP de Rajoy ni siquiera disimula. Ni le va ni le viene nada que no tenga que ver con el poder. Su renuncia a intentar formar gobierno y, lo que es peor, su amenaza con torpedear cualquier otra alternativa con su mayoría en el Senado evidencian sus tics absolutistas, su negativa a acatar la voz de un pueblo al que, en el fondo, desprecia. Por lo que respecta al PSOE, da la impresión de que Sánchez se ha movido atendiendo más a claves internas que a su expresada voluntad de liderar un gobierno de cambio. Siempre atento a sus barones y limitado por el temor a que le apeen del mando de un partido que, pese a lo que pueda parecer ahora, hace tiempo que entró en caída libre. Y los nuevos también más de lo mismo, como si fueran viejos. El Ciudadanos de Rivera, que se la pegó en las elecciones, es más derecha que otra cosa mientras que al Podemos de Pablo Iglesias da la impresión de que lo único que le preocupa es erigirse como el líder de la izquierda. ¿Y nosotros? Pues a votar y a seguir justificando ese chiringuito particular que tienen montado.