Cada vez que aterrizo en Loiu me acuerdo de Foronda. Bueno y de la madre de alguno. Cada vez que voy al parking de larga distancia a pagar, me acuerdo de lo cerca que tengo de casa un aeropuerto. Bueno, y del padre de alguno. Cada vez que vuelo con... bueno, no, eso no depende del lugar, es que incapaces hay en todos los sitios, también en las empresas de aviación. Sin embargo, tengo que reconocer que el tema me empieza a cansar. Que si tenemos que pagar todos los contribuyentes para que venga una u otra compañía, que si tenemos que pagar todos los contribuyentes para poner un autobús hasta las pistas vizcaínas, que si tenemos que pagar... y aquí nadie dice lo evidente, que lo primero que hay que hacer es pedir responsabilidades a quienes a lo largo de estos años tanto dentro del País Vasco como fuera han tomado y perpetuado determinadas decisiones creando una situación a todas luces insostenible. El problema no es que un país o comunidad autónoma de unos tres millones de habitantes tenga tres aeropuertos, ni que alrededor tenga otros tantos (Biarritz, Zaragoza, Santander, Pamplona...), sino que en ningún momento se ha actuado desde la lógica de las infraestructuras, los recursos y la rentabilidad, sino desde el capricho político.