El hasta cierto punto sorprendente, aunque no del todo inesperado, anuncio de nuevas medidas de estímulo económico por parte del presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, supone profundizar en el giro en las políticas económicas europeas que él mismo viene pilotando desde el 26 de julio de 2012, cuando pronunció el “whatever it takes” para afirmar que haría lo que hiciera falta para salvar al euro. Sin embargo, también es una modificación de sus previsiones, que entonces no adelantaron -mucho menos después de que en enero de 2015 Draghi anunciara el Quantitative Easing (QE) o plan de compra de deuda pública por 60.000 millones mensuales- que tres años y medio después de aquel anuncio la economía europea estaría aún en esta situación. El problema, sin embargo, sigue siendo el mismo. Por un lado, Europa ha entrado, de nuevo, en una fase de paralización del crecimiento económico -de momento, no puede hablarse de estancamiento- con la caída del índice de inflación en febrero; y el BCE también anunciaba ayer la revisión de sus proyecciones, reduciendo el crecimiento del 1,7% al 1,4% del PIB este ejercicio, pero también en 2017 y 2018. Por otro, persisten las dudas sobre la solvencia de la banca, en este caso acentuadas porque afectan especialmente a Alemania, pese a lo que el Bundesbank sigue resistiéndose a apoyar los estímulos en el consejo del BCE. Y todavía se intuye también la posibilidad de impago de la deuda en algunos países, entre ellos el Estado español. Ahora bien, que Draghi anuncie la bajada de los tipos de interés del 0,05% al 0,00%, que amplíe en 20.000 millones (hasta los 80.000) el plan de compra de deuda mensual y lo abra a las corporaciones, que eleve al 0,4% la tasa de depósito a los bancos o que anuncie nuevas subastas de liquidez con el fin de “rentabilizar el crédito, reanimar la economía y reactivar la inflación” no significa que lo consiga. De hecho, cabe preguntarse por qué si los estímulos, puestos en marcha hace más de un año, han tenido un recorrido limitado, la ampliación de los mismos que ahora anuncia el BCE debería lograr estabilizar sus resultados a medio plazo. Y la respuesta quizá esté en que lo que dice pretender Draghi, que sus medidas alcancen a la economía real, tiene otros caminos y depende de otras decisiones, más políticas que monetarias.