Un buen vitoriano a pie tiene las cosas tan claras como un buen vitoriano al volante y un buen vitoriano en bicicleta. No duda. Actúa con la decisión que dan los años: que hay que arrastrar el carro de la compra o la maleta, se utiliza el bidegorri porque las baldosas como que no, y además así se camina más recto; que hay que cruzar la Avenida de Gasteiz y el paso de cebra está a la insalvable distancia de quince metros, se cruza la carretera allá donde se esté, mirando bien en el primer tramo y prestando especial atención al segundo porque puede llegar un buen vitoriano al volante tras un cambio de sentido prohibido; que hay que esperar a que el semáforo se ponga en verde, se cruza la carretera procurando correr lo justo, demostrando siempre la desarrollada percepción del peligro que caracteriza al buen vitoriano a pie; que hay que esperar a que el semáforo se ponga en verde y el paso de cebra está ocupado por buenos vitorianos al volante que no pueden continuar aunque ya lo sabían, también se cruza, acompañando en la peligrosa aventura a los buenos vitorianos en bici e impacientes. El buen vitoriano a pie existe, como existen también el buen vitoriano en bici y el buen vitoriano al volante. No son mayoría, pero se hacen notar y perjudican a todos los demás.