Es probable que las peticiones de transparencia, participación y mayor información, el cuestionamiento de algunas decisiones del club o la presentación de varias solicitudes de admisión como socios hayan propiciado el enfado de algunos miembros de la Junta Directiva de Jakintza, acostumbrados a una gestión más propia de una empresa privada familiar que de una asociación deportiva.
No ambiciono que mis hijos se conviertan en profesionales del tenis. Mis expectativas se limitan a que dicha práctica deportiva sea una alternativa de ocio que fomente hábitos de vida saludables. De ahí mi indignación cuando desde la Directiva del club nos comunicaron la obligatoriedad para este curso de 8 horas de entrenamiento semanales, en horarios coincidentes en algunos casos con el término de la jornada escolar. Algunos padres y madres solicitamos una reducción del número de horas semanales y un retraso en el inicio del entrenamiento para dar tiempo a los chavales a comer. Las palabras de los representantes del club fueron tan elocuentes como contundentes: “las 8 horas son obligatorias y si no tienen tiempo para comer, que tomen un bocadillo en el recreo”.
Hirientes palabras que evidenciaban la actitud de algunos dirigentes de un club del que tan sólo en el último año se han marchado más de 15 miembros de los equipos de competición de tenis del Jakintza, que han abandonado su club de toda la vida para continuar sus entrenamientos en otros clubes de Vitoria.
Contemplar las fotografías de mis hijos en el periódico me seguirá llenando de orgullo, pero hay ocasiones en las que es necesario completar con palabras los rincones a los que el objetivo de la cámara no llega. Son ocasiones en las que son imprescindibles las palabras para conseguir una imagen más nítida.