los hay que se gastan una pasta en decorar su casa pero, sin saber por qué, no consiguen crear un espacio acogedor. Uno puede poner muebles de diseño italiano, una sutil iluminación de Murano o colgar litografías de Mondrian, pero aun así no evitar que las visitas se sientan extrañas, frías y con la sensación de estar de paso mientras buscan una disculpa para despedirse. Europa acaba de ponernos 11 millones de euros para rehabilitar el barrio de Coronación, que se sumarán a otros tantos que apoquinarán los vecinos -a razón de 10.000 euros por familia durante diez años, lo que no es broma en un barrio obrero habitado por gentes de rentas justas y mucho pensionista- y otro tercio saldrá de las instituciones locales. Pero el proyecto se limitará a un bonito gráfico virtual -o en un balón de oxígeno para el sector de la construcción- si se queda en remozar cuatro fachadas, reformar alguna vivienda y plantar un jardín en la plaza. La estrategia para regenerar y reinventar un espacio urbano en Coronación debe ser un proyecto más ambicioso que hable de convivencia vecinal, de dinamismo comercial y cultural, de activar vida en la calle y, en definitiva, de construir un barrio acogedor. Más allá de las casitas de colores, todo esto está por definir, pero el reto está precisamente ahí.
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