Quizá, el último rescoldo de poesía que queda en el mundo se halla atrincherado en la ciencia. Curiosa paradoja... o no tanto. En la desolación informativa de estos tiempos tropiezo con una noticia que habla del descubrimiento de una nueva partícula, el pentaquark, que, pásmense, es algo así como una variante de organización subatómica de la materia formada por cuatro quarks de materia convencional y un antiquark, compuesto de antimateria. Y lo mejor de todo, un tipo allá por los 60 ya predijo la existencia de este tipo de partículas exóticas, Murray Gell-Mann. ¿No les parece alucinante? Tenemos ante nosotros un potrollón de pentaquarks y antiquarks de antimateria y el tal Gell-Mann ya apuntó que estaban ahí aun cuando no se tenía ninguna constancia. Y luego está la sonda New Horizons, lanzada hace nueve años y medio al espacio y que tras recorrer 4.828 millones de kilómetros hace diez días se acercó a 12.500 kilómetros de Plutón. Nunca ningún instrumento enviado al espacio por el ser humano recorrió semejante distancia ni se aproximó tanto al planeta enano, que aún era planeta fetén cuando la sonda fue lanzada. Y, por si fuera poco, a bordo viajan parte de las cenizas de su descubridor, Clyde W. Tombaugh. Le acompañan algunos sellos y un puñado de dólares.
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