El proceso soberanista de Catalunya ha dado en los últimos días un salto cualitativo y cuantitativo trascendental de la mano del liderazgo -discutido en algunos ámbitos, pero fuerte en cualquier caso- del president, Artur Mas. Cuando parecía que la hoja de ruta no terminaba de cuajar y las fuerzas flaqueaban con hechos como la ruptura de la histórica coalición de CiU, el enfrentamiento entre los dirigentes de Convergència y ERC y cierto desánimo en las filas del independentismo, Mas -al que algunos ya daban por enterrado políticamente- consiguió cuadrar el círculo de la lista única de cara a las elecciones plebiscitarias del 27 de septiembre. La hábil jugada de que sean representantes de la sociedad civil quienes ocupen los primeros puestos de la candidatura soberanista pero que tanto el propio Artur Mas como el líder republicano Oriol Junqueras figuren en los puestos cuatro y cinco, con el president optando a repetir el cargo ya como futuro guía del proceso de “transición nacional” hacia la independencia de Catalunya, ha desentrañado la madeja y ha devuelto el horizonte al soberanismo, que mira ya más allá del 27-S. Mas sale así reforzado de este difícil trance, porque ha ganado el órdago a su inmediato competidor, ERC, que quería una lista unitaria sin políticos pero que ha tenido que plegarse a la evidencia. Sin embargo, no lo va a tener nada fácil, y no solo porque el Estado va a poner en marcha toda su maquinaria para impedir que se den pasos hacia la independencia -algo que se da por asumido e incluso estará previsto-, sino porque quedan aún muchas incógnitas y no pocos obstáculos dentro de la propia Catalunya. La huida de Unió y las heridas que deja la ruptura, la negativa de la CUP a sumarse a la lista única, el desmarque cada vez mayor del PSC, el previsible frente españolista para las elecciones e incluso la confluencia entre Podemos, ICV y EUiA configuran un escenario muy complicado para unos comicios que pretenden tener carácter plebiscitario, ya que los resultados no serán tan nítidos como cabría esperar. Artur Mas, ya en plena precampaña, hizo ayer un llamamiento “a subirse al tren del sí” para que Catalunya no caiga “en vía muerta”. La analogía del tren, siempre arriesgada, indica que hay más trenes en circulación y cruces de vías, con el consiguiente peligro del tópico pero siempre amenazante choque de trenes.
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