la desigualdad entre mujeres y hombres es menor que hace unas pocas décadas, pero todos los avances y los pasos dados en este sentido no son todavía en absoluto suficientes. Falta mucho camino por recorrer, de ahí la conveniencia de actos como el vivido ayer en la Virgen Blanca, impensable -por innecesario- en el caso masculino. Álava es un territorio pequeño en extensión y población, pero muy grande en el ámbito deportivo. En la base y también en la élite donde muchos hombres y últimamente cada vez más mujeres han hecho sentir orgullosos a sus paisanos con títulos mundiales, europeos y estatales en las más variopintas disciplinas. Algo está cambiando. ¡Queremos más! Zerbait aldatzen ari da. Gehiago nahi dugu! reza el lema de esta tercera edición y, en efecto, los éxitos cosechados por las deportistas individuales y los equipos les han permitido atraer más atención mediática, mayor reconocimiento social, quizá algo más de financiación... y sin embargo todavía necesitan reivindicarse. Las mujeres siguen padeciendo la obligación de tener que afrontar esfuerzos extraordinarios para obtener el mismo reconocimiento que los hombres, ya sea laboral, económico o deportivo. No basta con entrenarse al máximo, ganar campeonatos y títulos, sufragarse los gastos o sobreponerse a la precariedad que en muchas ocasiones impera en sus respectivos deportes. Las dificultades añadidas son incontables y, a pesar de ello, siguen creciendo tanto en número de licencias como en logros concretos. El inconformismo de las deportistas alavesas, su unión y la asunción del liderazgo de las más conocidas para tirar del carro en beneficio de las demás son lecciones que, una vez más, deben provocar la reflexión de todos para que las distancias entre sexos se vayan reduciendo sin pausa pero con prisa, en el deporte y por supuesto en todos los demás ámbitos de la vida. No fue una mera protesta, además, sino una mucho más inteligente puesta en escena lúdica y entretenida que buscaba, y encontró, la comprensión y la complicidad de niños y mayores, varones y féminas, a través de juegos, clases magistrales, expositores y la lectura final de un manifiesto conjunto en el que se explican los motivos que hacen aún absolutamente necesaria la existencia de jornadas como la de ayer y el apoyo de todos.