Thomas Paine fue un revolucionario del siglo XVIII que pretendía socavar el orden absolutista del rey, la nobleza y la Iglesia. También pensó que la pobreza no era un estado natural de la humanidad, sino que provenía de la acumulación de la tierra en pocas manos y proponía un plan de impuestos para los propietarios. En esta crisis también las grandes fortunas han visto aumentar su patrimonio mientras merman los recursos de la mayoría.
Pero otros como Edmund Burke, padre de las doctrinas conservadoras modernas, atacaban el parlamentarismo y eran firmes defensores de los privilegios de la nobleza. Paine contestó a Burke con su obra Los Derechos del Hombre, en la que defendía los derechos del ciudadano frente al irracionalismo político derivado del integrismo católico y el absolutismo. Esta obra, escrita hace 200 años, está en plena actualidad en Vitoria.
El alcalde Javier Maroto juega el papel de Burke. Bebiendo del integrismo católico y aprovechando la islamofobia internacional, pretende despojar de sus derechos más básicos a una parte de los ciudadanos y defender los privilegios de la nobleza que se siente amenazada. Seamos sinceros, muchos ciudadanos se sienten amenazados por magrebíes o musulmánes que hablan otro idioma por la calle, llevan indumentaria diferente y no renuncian a ser como son.
Maroto rompe el principio de igualdad en base a datos falseados, según el Ararteko. ¿Y si después de los magrebíes se despoja de derechos a los parados con subsidio de desempleo, a usuarios de la sanidad pública, a pensionistas o desahuciados de su vivienda?
En estos tiempos de crisis mundial, el viento sopla a favor del alcalde porque el moro ya no sólo es el infiel enemigo del sur, sino que ahora también son terroristas. Pero el odio que fomenta el PP no aporta nada bueno a nuestra ciudad. Entre la legitimación de los privilegios y la apuesta por la justicia social, el alcalde se sitúa del lado antidemocrático. Y los vecinos que firman en su plataforma avalan sus medidas de excepción.