Bueno, en esta especie de pasada de frenada que es el inicio de año y que podría llegar hasta Reyes más o menos -ya saben, ese impreciso espacio temporal en el que aún puedes desear feliz año a alguien sin que parezca que aún no has pisado casa desde que saliste en Nochevieja con las uvas en la mano y el matasuegras en ristre-, me tomo la licencia de volver la vista al 2014 recién concluido para hablar de la palabra del año a elección de la Fundéu (Fundación del Español Urgente). Y la ganadora ha resultado ser, abróchense los cinturones, selfi. Entre la lista de candidatas había un par que me molaban más, no lo negaré. Una es abdicar, qué quieren, soy una romántica. La otra es superluna. Sí, soy una romántica. Pero ha ganado selfi, lo que en parte me parece sintomático de la pesadilla pixeliana en la que se ha convertido nuestras vidas. Si no está en Matrix, no existe señores. Y también es un poco revelador del ombliguismo que nos invade. Nuestro propio objetivo apuntando hacia nosotros mismos... De pronto he recordado el ébola -otra palabra aspirante a la corona de 2014, por cierto- y me pregunto si por ejemplo en este asunto no hemos protagonizado un gran selfi social. Pero selfi también puede ser, curiosamente, no dejar a nadie fuera de la foto. En fin, un mundo en cinco letras.