cada vez lo tengo más claro y, aunque quizá esté mezclando deseo y realidad, presiento que a Rajoy le quedan dos telediarios -pese a la amable tendenciosidad de su televisión pública- para dar por finalizado su periplo presidencial y pasar por fin a la Historia como el peor dirigente de la democracia. Cada paso que da le acerca más al abismo. Cada eufórica declaración entierra un poco más si cabe su agotada credibilidad. Afirmar que la crisis es cosa del pasado y que el mundo mira ahora a España con admiración incondicional es una burla para la mayoría que le eligió y que él desdeña. Un guiño inútil para la minoría a la que tan bien le ha ido con esta política pero que sin duda le repudiará en cuanto el poder cambie de manos para intentar convenir nuevas alianzas. Por muy contundente y optimista que pretenda parecer, o quizá por eso mismo, cada vez que abre la boca es como una patada en el estómago de los parados y no parados, pobres en definitiva. Por no hablar de las desesperadas medidas que toma abusando de su rodillo absoluto apartando a jueces que le investigan o convirtiendo la protesta en delincuencia al más puro estilo de cualquier dictadorzuelo que ve cómo su pueblo avanza hacia la sublevación. Cuanto más fuerte dice estar, más cerca veo las elecciones anticipadas.