La 49 edición de la Durangoko Azoka cerró ayer sus puertas tras cuatro días de frenética actividad cultural y con un balance que puede considerarse positivo en términos generales. A punto de cumplir el medio siglo, la feria por antonomasia de la cultura vasca ha logrado mantener el pulso pese a los duros embates de la crisis. Según la organización, y a falta de recopilar los últimos datos y de hacer un balance más exhaustivo, la Azoka ha superado las cifras del año pasado, tanto en el número de visitantes (120.000) como en el de ventas. Evidentemente, cuadrar los datos y arrojar cifras positivas de impacto social en un evento de estas características es una cuestión vital, sobre todo en los tiempos que corren. Y los números vienen a avalar un modelo de gestión como el que está desarrollando la Azoka en los últimos años en un sector especialmente complicado, atomizado y mediatizado por un conjunto de intereses a menudo contrapuestos. La grave crisis interna vivida en la organización de la feria de Durango el año pasado con la destitución por parte de Gerediaga Elkartea del director Aiert Goenaga parece ya superada, pese a las heridas que pudo dejar. En este sentido, el modelo más abierto y participativo adoptado para la organización y los cambios introducidos le dan un carácter más integral en el que la creatividad y la reflexión toman mayor protagonismo como complemento del elemento tradicional y esencial que ha caracterizado a la Azoka desde sus inicios: el contacto directo entre el público y los creadores y, evidentemente, la venta de los productos, fundamentalmente libros y discos, que sigue siendo el elemento clave para el éxito real de Durango. Serán, por ello, los editores y discográficas quienes valoren el desarrollo tangible del evento. En esta edición, la novedad de Gogoetaren Plaza como espacio de reflexión y debate ha sido uno de los elementos destacables y es un punto a potenciar para posteriores citas, mejorando la organización de los distintos actos y la elección de temas a tratar. La Durangoko Azoka es, sin duda, el gran referente de la cultura vasca. Y, como tal, y aprovechando que el próximo año celebrará sus bodas de oro, tiene el reto de no caer en la autocomplacencia y de convertirse en un foro más abierto, integrador, enriquecedor y dinamizador de los distintos agentes culturales de Euskal Herria.