El cuartel de la Guardia Civil de Itxaurrondo era lo más temido en nuestros tiempos, el infierno que nadie quería pisar. Algunos pasaron y no salieron vivos. Se estrena ahora la película Lasa y Zabala, la historia de los dos jóvenes tolosarras que entraron allí y no lo pudieron contar. Cada día estamos llamados a renacer de nuestros errores y terrores.

Las próximas generaciones no conocerán ningún Itxaurrondo. Vamos saliendo de la noche. ¿Al final del túnel habremos de mirar para atrás? Sí, seguramente para reconocernos actores de una escena ya clausurada, para observar de qué manera cada uno cumplimos con nuestro rol asignado. En el presente ya nadie contempla la tortura y el asesinato y debemos mirar para atrás para tomar conciencia de lo que nadie, de ningún bando, bajo ningún concepto, deberá repetir.

Itxaurrondo no volverá. Hagamos todo lo que esté en nuestras manos para que así sea, para que tampoco retorne jamás el tiro en la nuca, la sentencia arbitraria, el estruendo fuera del tiempo que practicó el otro bando.

La historia es espejo para observarnos, no diván para relajarnos y dormirnos en ella. La historia es un muestrario de lo que hemos sido, un escaparate abierto del que obtener valiosas enseñanzas para el presente y el mañana. La mirada objetiva y desapegada de la historia, con sus desatinos por todas las partes, representa el mayor antídoto frente a la violencia. El drama de ayer puede reciclarse en esperanza hoy.