Un encuentro deportivo es, además de un partido entre 22 jugadores, una oportunidad para el disfrute, para el contacto con otras culturas, otras ciudades y otras aficiones. Durante muchos años me he enriquecido con la camaradería y la amistad de aficionados de todos los lugares de España y Europa.
Decía Juan Antonio Samaranch que "el deporte es la mejor herramienta que tenemos para promover la práctica de una educación en valores a través del esfuerzo, el trabajo de equipo, la superación personal, el respeto al contrario, las prácticas de solidaridad y los ejemplos positivos". Quizás el negocio económico por un lado y la politización por otro estén llevando al deporte a una especie de guerra de fin de semana que puede acabar con la deportividad.
Ciertos sectores de las aficiones prostituyen el amor por sus colores sustituyéndolo por el odio, anulando toda empatía con el contrario -que pasa a ser considerado un enemigo- y expulsando al respeto y la caballerosidad de las gradas. Ciertos hinchas que hacen de la violencia su bandera incitan el desprecio al rival y buscan la pelea en los alrededores de los campos o a través de las redes sociales.
Los incidentes de Huelva y los insultos reiterados que se escuchan en Mendizorroza deben encender la alarma. La directiva del club, la afición y la propia ciudad debe ser consciente de esta peligrosa deriva.
Que el partido de Jaén sea una oportunidad para la deportividad. Que las aficiones podamos disfrutar juntas de la acogedora hospitalidad de aquella tierra. Y que, además de encontrar un resultado favorable, podamos volver a Vitoria orgullosos de nuestra afición.