en la resaca del nuevo portazo que PP y PSOE dieron a Catalunya en el Congreso de los Diputados, el Parlamento de Vitoria marcaba ayer el calendario de la recién creada ponencia sobre autogobierno, aunque este foro zarpa con un horizonte incierto y con metas muy diferentes en la mente de cada uno de los grupos políticos, desde las clásicas posturas rupturistas hasta las más inmovilistas, con un amplio abanico entre medio para explorar potencialidades. El terreno de juego, en cualquier caso, se abre entre las ansias por buscar un encaje para un nuevo estatus vasco -aún indefinido- que rompa la secular parálisis del desarrollo estatutario y, por otra parte, el dique de contención que el Gobierno del PP parece empeñado en armar contra el más mínimo cuestionamiento del statu quo, como pone de manifiesto en su obstinada cerrazón ante la marea catalana. El presidente Mariano Rajoy despreció anteayer otra oportunidad para tomar el toro por los cuernos del debate que le ponía sobre la mesa la Generalitat catalana para habilitar una percha jurídica que permitiera realizar una consulta por cauces legales o el emplazamiento que hizo ayer mismo Artur Mas a poner día y hora para abordar una reforma constitucional. Pero Rajoy sigue petrificado en su tancredismo, esperando que el problema catalán se solucione por sí solo y el vasco se mantenga en un eterno letargo. El líder del Gobierno del PP se presentó el martes en el Congreso de los Diputados atrincherado en el espíritu de la España una y enrocado en la interpretación más corta y reduccionista del orden constitucional. A su vez, ante el miedo a disentir del pensamiento único español, Rajoy logró arrastrar a sus posiciones al timorato PSOE de Alfredo Pérez Rubalcaba, que renunció al envite del debate y cuya difusa propuesta federalista se diluyó en el aire. Pero la posición del no a todo sin ofrecer una salida política, por muy legalista que sea el mantra de la soberanía única del pueblo español, no es sino un intento de poner puertas al campo. La realidad, por mucho que se niegue con los ojos tapados, sigue siendo la que es y el problema no es Artur Mas, sino las legítimas y masivas aspiraciones de una sociedad catalana harta de cepillados y diques de contención. Rajoy puede seguir pensando que el universo gira alrededor de la tierra, eppur si mouve.
- Multimedia
- Servicios
- Participación