la Iglesia católica se está enfrentando, como siempre a lo largo de la historia, a encrucijadas. Algunas personas cristianas que han repetido una y otra vez las palabras del Papa ahora quedan mudas o insisten machaconamente en que este Pontífice no dice más que lo que han dicho siempre todos los papas. Otras personas, que han vivido con una cierta desesperanza cómo las palabras de la jerarquía eclesiástica insistían mucho en determinados temas pero no afrontaban con la misma fuerza las injusticias, los derechos humanos, el hambre o la guerra, se sienten más reflejadas en el lenguaje llano y de gestos que utiliza Francisco.

Cuando este Papa habla de las bienaventuranzas sólo afirma que si se es fiel al Evangelio, la preocupación por las personas más pobres y desfavorecidas de la sociedad debe ser una de las consecuencias del ser cristiano.

Desafortunadamente, ciertos sectores de la izquierda todavía ven con mucha desconfianza y cierta agresividad todo lo relacionado con el cristianismo y también desafortunadamente aún se sigue vinculando la derecha al cristianismo. Más aun, ciertos dirigentes de la autodenominada izquierda -pues habría que ver dónde se dibuja esa línea- cuando se sienten débiles sacan pecho atacando lo religioso, como una necesidad de marcar el campo propio.

Pero hay muchos católicos que votan a partidos de izquierda y hay muchas personas no creyentes que votan a partidos de derechas, aunque no hay duda de que las jerarquías eclesiásticas no han sido siempre de la misma línea. Desde aquellas pintadas en las paredes diciendo Tarancón al paredón, por su papel en la transición y su compromiso arriesgado por la democracia, ha habido vaivenes que no tienen por qué terminar siempre en el mismo lugar. Es significativo que José Antonio Pagola, que ha tenido tantos problemas relacionados con supuestas dudas de ortodoxia, después de haber sido vicario general de Gipuzkoa durante años, tenga una aceptación tan grande en foros de Internet y librerías. Su mensaje evangélico, llano, sencillo y profundo también se asienta en el evangelio de las bienaventuranzas y desarrolla una línea similar a las del Papa Francisco.

Lo que uno no sabe es hasta qué punto determinados sectores que han hablado durante años de la importancia de obedecer al Papa están ahora realizando algún tipo de maniobra para detener, de alguna manera, esta renovación de la Iglesia, que por otro lado ya se planteó hace más de cincuenta años en el Concilio Vaticano II y, al parecer, sigue adelante con aquella línea. Hay quienes con el mantra de que Francisco está diciendo lo que han dicho todos los papas no quieren aceptar que en esta Iglesia plural comienzan a no tener el viento a favor o, mejor dicho, el aire fresco del evangelio le ha quitado algo de miedo a Pedro en la barca y está dispuesto a saltar al agua.

Ya ha sido una novedad que Benedicto XVI dimitiese, después de seguir escribiendo libros más como teólogo que como Papa. Que Francisco se someta a entrevistas y opine sobre diferentes cuestiones, incluso sobre los errores de su vida, va más allá de una encíclica o un riguroso libro de teología, porque el evangelio de Jesús de Nazaret siempre se mantuvo en una amalgama con la vida real de su pueblo.

Sé de bastantes personas cristianas, antes muy críticas con la institución eclesiástica, que se encuentran más a gusto en este contexto. Conozco a personas no creyentes que están comenzando a mirar la religión cristiana católica desde otro punto de vista. ¿Quién puede predecir los cambios?

El poverello de Asís reconstruyó la Iglesia de la Porciúncula desde un compromiso de vida entregada a las personas más pobres de la sociedad. El hermano sol y la hermana luna iluminaron aquellas campiñas y creó un movimiento de acercamiento al Evangelio y de crítica desde dentro a la Iglesia. Aun así, tuvo grandes disgustos con su propia orden, que le presionaba fuertemente para que se institucionalizase con unos esquemas con los que el mismo Francisco de Asís no estaba de acuerdo. Quizás el Papa Francisco ha tomado nota, o quizá no ha aprendido la lección y no se resigna. Quién sabe.