quiso el destino o la historia que Álava estuviera ubicada en un cruce de caminos que puede suponer una ventaja competitiva a la hora de trazar estrategias de desarrollo. Pero históricamente los alaveses parecen empeñados en desaprovechar este potencial, como evidencia la situación de eterno letargo en la que se suelen perder una y otra vez proyectos como convertir el corredor de la N-I en eje de desarrollo, la malograda estación intermodal de Vitoria -hoy reconvertida en una terminal de autobuses en la plaza Euskaltzaindia-, el aeropuerto de Foronda como pista de carga de Euskadi o la plataforma logística de Arasur. Bajo este paraguas, actualmente Arasur, Foronda o el Centro de Transportes de Jundiz representan un espacio de oportunidades que, sin embargo, la Diputación alavesa no sólo renuncia a liderar, sino que sigue desdeñando en sus apuestas estratégicas o, incluso, como en el caso de la plataforma de Rivabellosa, se desentiende directamente de su impulso. Arasur, un proyecto que en estos últimos años parecía condenado a encallar en dique seco, se halla ahora ante una nueva oportunidad de relanzamiento a la sombra de la iniciativa de la Autoridad Portuaria de Bilbao, que ha fijado una apuesta inequívoca por hacer de la plataforma alavesa su principal referencia logística para la salida y llegada de mercancías. Y la primera piedra de la revitalización de Arasur pasaba por una inversión de 10 millones de euros para acondicionar una playa de vías y acometer una adaptación urbanística. Ni el Puerto de Bilbao ni el Gobierno Vasco -con el apoyo de tres entidades financieras para cubrir la cuantiosa deuda de más de 50 millones de euros que acumula Arasur- no han dudado en implicarse. Pero la tercera pata del proyecto cojea, pues la Diputación de Javier de Andrés vuelve a escurrir el bulto con el pretexto de la crisis o quizás por los celos o los seculares complejos que históricamente arrastra la derecha alavesa ante las iniciativas de instituciones vizcaínas o vascas, como es el caso. Entre estos codazos entre unos y otros, el equipo de gobierno alavés volverá a pecar, sin embargo, de falta de visión y de ambición. Álava debe aprovechar su posición estratégica de encrucijada de caminos, pero lo peor es que sus gobernantes no sepan qué camino seguir.