YA de vuelta a esto de la tecla y, jugadas maquiavélicas del subconsciente o quizá de estratos más volubles e intangibles aún del ser humano, entro a la redacción con la sensación de que solo 24 horas y no varias semanas median de mi último recorrido por las mismas baldosas. Reflexiono sobre la subjetiva percepción del tiempo porque los espacios de desintoxicación informativa, por mucho que yo me empeñe, no solucionan la jodida realidad. Son solo terapéuticos paréntesis de los que despiertas casi recreando la anécdota de Fray Luis de León y su "como decíamos ayer". Abres los ojos y te encuentras al ministro Montoro y sus "Presupuestos de la recuperación", resultado de un complejo ejercicio de alquimia que aúna, dice el Gobierno, austeridad, impulso al crecimiento y un marcado carácter social. Leo que el proyecto confirma una subida de las pensiones del 0,25%. Una prueba más de que todo sigue igual, más allá de análisis macroeconómicos y técnicos, porque la clase dirigente y política sigue abonada a la teoría goebbelsiana de que a fuerza de repetir una mentira ésta se convierte en verdad. Creo que pagaría por ver al ministro intentar convencer a mi abuela de que una subida del 0,25% de las pensiones es una subida. Puede que sí en términos matemáticos y semánticos, pero ahí le quiero ver señor Montoro. A veces el problema -uno de ellos- de los gobiernos es que se empeñan en creer que el ciudadano es un párvulo y no mayor de edad. ¿Cómo era aquello que dijo Rajoy en su discurso de investidura, lo de "llamar al pan, pan, y al vino, vino"? Tururú.
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