perderse en una isla del mar Egeo es como pasar a otra dimensión, y más cuanto menos poblada esté la ínsula. Ya sea por su milenaria cultura fenicia o por su espíritu epicúreo, sus habitantes se rigen por una especie de sottogoverno paralelo, muy lejano de Atenas y no digamos ya del ente de Bruselas. Miran con cierta displicencia irónica al visitante, y no digamos ya a los hombres de negro. La Europa calvinista les ha puesto a los griegos una pistola en la cabeza para asumir recortes draconianos -un adjetivo que no hace ninguna justicia al bueno de Draco- o ser expulsados del Olimpo del euro. Si el inquisidor Carlos Urquijo no se entera y no lo impide por subversión del orden monetario establecido, Laguardia -un pueblo no perdido en el Egeo, pero sí en el confín de la última frontera de Euskal Herria, que diría Gontzal Fontaneda- se proclamará el próximo martes República independiente y se saldrá del euro. Los comerciantes de la villa riojanoalavesa -según leerán hoy en la página 13- han decidido aceptar la peseta como moneda de pago durante un mes. Con el objetivo de incentivar al pequeño comercio y, al mismo tiempo, hacer emerger del colchón esas pelillas que muchos tendrán aún en casa, decretarán una divisa alternativa. Simbólicamente, se equiparan a esos fenicios que funcionan al margen de la zona euro y seguramente el pueblo seguirá funcionando igual y con la misma confianza utilizando la peseta. Ahora sólo falta que a Laguardia le dé por acuñar su propia moneda y dar un corte de mangas a la troika.