manu, docente de la ESO, desde hace ya unos años se reserva unos días de agosto para hacer un recorrido en bicicleta con el leit motiv de seguir el devenir de los ríos hasta su desembocadura. Empezó rodando los surcos vascos hasta el Cantábrico y luego, en las fases que fueran necesarias en sucesivos veranos, se ha recorrido la andadura completa del Ebro hasta el Mediterráneo, del Duero hasta Oporto o ha llegado a Lisboa por el curso fluvial del Tajo, además de otros ríos secundarios o alguna incursión europea por el Elba. Y como dijo Antonio Machado, no es tanto el llegar como el camino al andar, en este caso sobre una vieja bici, en solitario de carretera en carretera, de albergue en albergue y de posada en posada, en una suerte de viaje interior. La afición al ciclismo ha tenido tradicionalmente en Euskadi un componente de perderse por el mundo -propio y ajeno- y otra parte de reto competitivo. De ahí surgió el proyecto del Euskaltel Euskadi, alimentado por la ambición de llevar los colores del país a la cumbre mundial del ciclismo y en esta empresa ha invertido veinte años de ilusión, esfuerzo, sudor y lágrimas, con sus frustraciones y también sus pequeñas gestas. Optó por hacer frente al desafío deportivo y económico que le exigía estar en la élite -particularmente el Tour-, aunque al final ha resultado un precio demasiado caro y el equipo certificó ayer su desaparición. Pero el empeño ha merecido la pena y siempre nos quedará volver a la mística de Manu y surcar sobre dos ruedas los cauces fluviales de medio mundo, propio y ajeno.