generalmente -a pesar de que la práctica política hace lo posible por evitarlo- a la gente que profesa militancia en un partido con honestidad le mueven firmes convicciones que, si bien la necesidad de pactar con la realidad pueden moldearlas, suelen ser legítimas y a veces hasta loables. Sin embargo, muchos cargos públicos siguen aquella máxima tan útil de Groucho Marx de que "estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros" y lo mismo les da caer en un partido o en otro, siempre que sea al abrigo del poder. A buen seguro que a muchos de ustedes les vendrá a la mente más de un nombre que sería perfectamente intercambiable de un partido a otro, en función de las circunstancias. Dos concejales del Ayuntamiento onubense de Isla Cristina se han tomado la técnica grouchomarxista al pie de la letra. Emilio Bogarín y José Manuel Raya fueron elegidos en las listas del PSOE como independientes y son miembros del equipo de gobierno socialista, pero resulta que ambos son militantes del PP. Al aprovechar el verano para renovar sus archivos, la dirección del PP de Huelva se acaba de dar cuenta de que ambos estaban afiliados a su formación y les ha expulsado, alegando que el caso es una anécdota. Pero quizás no sea tan anecdótico y Bogarín y Raya se hayan limitado a hacer con naturalidad algo que otras esferas se hace con más sofisticación. Y es que el arte de la política como modus vivendi no exige convicciones, sino únicamente cierta habilidad y cintura para manejarse en un ágil cambio de principios en función del contexto.